DETRÁS DEL HORIZONTE | Por el Dr. Darío Yrizarry
Los resultados experimentados en estas dos últimas décadas en los procesos electorales de la República Dominicana, nos han evidenciado que ya constituye un axioma el hecho de que una única organización política no es capaz de conseguir la mayoría de votos necesarios que manda la constitución (50%+1) para agenciarse el triunfo en primera vuelta, dada en gran medida por las numerosas siglas que conforman el espectro político, disgregándose y subdividiéndose en pequeñas células o grupúsculo parasitarios, impidiendo estos el crecimiento de los grandes partidos llamados mayoritarios, por lo que se hace urgente otra reforma a la ya ultrajada Constitución y, visto en la interioridad existencial de la misma como esencia de la democracia, la historia y consecución de hechos se ha encargado de revelarnos el gran negocio que constituyen las toxicas alianzas electorales cuyo costo cada cuatrienio se cuantifica en miles de millones de pesos como gastos superfluos para el Estado, sumas estas que pudieran ser bien usados en deudas sociales acumuladas no resueltas.
Los dominicanos fuimos testigos de hecho (para citar un solo) de la alianza política realizada entre el PRM y la mal llamada LFP (Leonel Fernández Presidente), neonato grupúsculo mutante que, vista esa transformación, pretende cual crisálida mostrarse al electorado vivo, lúcido y sin defectos visibles, amparada y protegida bajo la sombra del gobierno.
Las obligadas alianzas electorales (con sectores obscuros de la sociedad), si bien es cierto que le suman los votos necesarios a las grandes siglas para alcanzar un triunfo electoral, no es menos cierto que estas constituyen un obstáculos para llevar a cabo el programa de gobierno del PRM, impidiendo de entrada la persecución a la corrupción cometida por sus aliados, así como el avance en el adecentamiento del ejercicio político. No tenemos un Estado fuerte, vigoroso y ejemplarizante por causa del surgimiento cada cuatro años de gobiernos débiles y genuflexos comprometidos con el pasado.
Este recién inaugurado gobierno está en la obligación de aprovechar mayoría en las cámaras legislativas para impulsar una reforma a la constitución del 1994 en lo que respecta alcanzar el número porcentual necesario para lograr la victoria electoral en las elecciones cada cuatro años, reviviendo la figura de mayoría simple.
Para el PRM (Luis Abanador), quiera él o no, no será posible hacer el gobierno que tal vez desea y por demás merecemos los dominicanos, visto el vinculo que existe entre ellos y los sectores lóbregos y crípticos que les acompañan, representados por los mismos aliados. Para el PRM debe ser cuestión de honor y respeto a la nación el privilegio de Gobernar que en bandeja de plata les hemos dado, realizando un único pago reivindicativo para resarcir los sueños sociales desvanecidos, restablecer la confianza del electorado en el sistema, blindando la Constitución para erradicar la idea de interpretación a la misma, por algunos genios letrados, siempre hecha a beneficio de quien la analiza, así sea que ello implique costo político de sacrificio electoral más allá del 2024. Un solo período de gobierno es suficiente para alzarse con la gloria y dar el «salto cuántico» hacia un Estado Moderno, de equidad y protector que necesita la república dominicana.