Rosa Escoto, Periodista .- Entusiasmada y motivada por amigos, familiares, dirigentes comunitarios, movimientos y del partido, luego de muchos NO…. No tengo dinero, no estoy segura, no quiero que la gente deje de creer en mí, no estoy preparada en la materia, no quiero sufrir decepciones, no quiero ser una política más….
Finalmente doy el SI, pensado sí puedo involucrarme como mujer; sí puedo hacer mucho por mi demarcación; si puedo ser parte de los cambios que la sociedad necesita, si puedo proponer acciones en beneficios de los munícipes; sí puedo incursionar para seguir trabajando por la gente, y decido inscribirme en una pre candidatura a regidora.
Empieza la carrera y me comienza a gustar la conexión con la gente. La receptividad y el respaldo me hacían interesarme cada día más por lograr la meta. Cada vez me sentía más comprometida con mi labor social, la cual vengo desempeñando por más de 20 años.
A medida que se acercaba la fecha, iba mirando cosas y casos, conociendo más a fondo a los políticos y la política, a la gente que de verdad me apoya, mi resiliencia, mis verdaderas pasiones por dar más de mí en favor de la gente y mi capacidad de trabajo.
También aprendí a saber quiénes son mis amigos, como funciona la política en República Dominicana, el clientelismo, la desigualdad social, las problemáticas de la gente y a quien le importan. En fin, aprendí demasiado en poco tiempo. Podría decir que hice una maestría.
Finalmente llega el día esperado y les juro que dí todo de mí y aún más. Me probé a mí misma que puedo ser capaz de mucho más.
Aprendí sobre la importancia del voto orgánico y el voto comprado. Aprendí que voto orgánico es el que te lleva a trabajar y a estar comprometido con la gente y a ser un servidor público, mientras que el voto comprado te lleva a servirte, ya que no tienes ningún compromiso con tu elector, ni el elector tiene derecho a exigir nada, debido a que recibió su paga al momento de votar.
Sin embargo, llegó la post: la post depresión, la post decepción, la post impotencia, la post culpa.
Mi primera experiencia como aspirante a un cargo electivo ha sido agridulce. Agrias, debido a la telaraña que ha envuelto todo este proceso, la crisis del Partido, las patrañas políticas, el clientelismo, el uso desproporcionado de los recursos, en franca desigualdad de competencia, mi inconformidad con los resultados, el poco apoyo de quienes entendía que me apoyarían y muchas lagunas que me han quedado.
Dulce, por mi gente, por mi familia, por todo lo que puede lograr en poco tiempo, por lo que pude aprender y conocer. Recorrí lugares a los que nunca había ido; pude palpar de cerca necesidades y problemáticas sociales ignoradas por muchos, y que en mi recorrido se hicieron visibles; pude conocer más de cerca a la gente.
Aprendí que debemos ser menos políticos y más humanos, que si se puede trabajar para la gente y, no necesariamente, desde una posición política, se puede hacer más, se puede ayudar, se puede servir desde cualquier círculo donde te encuentres. Aún sigo mi devoción, entusiasmo y compromiso de trabajar para la gente. Eso es mío y nadie me lo puede; ni podrá quitar jamás, sigo fiel y firme con mi GENTE.