¿Dictadura de qué?

Por Fernando Peña

Es una paradoja tan ligera como sorprendente oír al dignatario de la iglesia católica dominicana obispo de Santo Domingo, Monseñor Francisco Ozoria, declarar que si el país no despierta y cambia se encamina hacia una dictadura.

Es una formulación, mecánica y dogmática, que no se adecua a lo que realmente vive República Dominicana.

Es una afirmación temeraria, acorde a lo que sectores nacionales e internacionales del dominio geopolítico pregonan, e incluso aúpan, creando crisis, judaización de la política, dentro de un marco pre establecido contra democracias y líderes del mundo, los casos están ahí, bien establecido y documentados.

América Latina es un área geográfica de particular interés para esos intereses geopolítico.

Pero, por Dios, dictadura de qué, acaso propicia el gobierno de Danilo Medina políticas reaccionarias y represivas, de torturas y desapariciones, acaso no hay una práctica y defensa de las libertades democráticas y el ejercicio de los derechos fundamentales de todos los dominicanos.

El propio cuestionamiento a decisiones de la justicia es un indicativo de ese ejercicio democrático, si no hubiese criterios disidentes quizás parecería que hay visos autoritarios.

Claro, ante su incapacidad política y de lograr apoyo de los electores, de los ciudadanos, los grupos políticos minoritarios del país levantan ese argumento, de que nos acercamos a una dictadura, de que hay partido único, con el objetivo de pretender restar importancia al gobierno, a sus ejecutorias, a la estabilidad social, económica y política que vive el país, en su pretensión de llegar al gobierno del país.

Lo que debería de hacer esa oposición débil, menguada y de poco impacto, después de varios fracasos consecutivos en los procesos electorales, es analizar las derrotas, entender que se han equivocamos al aplicar sus políticas y discursos ante los ciudadanos, transformar sus prácticas hacia el deseo y aspiraciones del pueblo.

Apelar a un peligro de dictadura es otro desacierto, vincular a individuos y cúpulas fácticas en ese discurso es errado, porque la realidad está ahí, y marca estabilidad, crecimiento económico, estabilidad macro económica, defensa de las libertades democráticas.

Se reivindica y exige el respeto de la legalidad constitucional cuando esta no existe. Y gracias a Dios que en nuestro país esos componentes de la democracia están sólido y firmes. La gente lo aprecia y valora así.

No reconocer el ejercicio de la democracia en República Dominicana es una aberración y desesperación sectores transnacionales y de sus aliados locales.

Son expresiones que reafirman “nuevos sujetos” y nuevas formas de “lucha” y de “oposición” ante su debilidad de lograr respaldo popular para llegar al gobierno por vías democráticas y electorales, con ello pretender validar y produciendo recursos jurídicos, denuncias y amparos en el contexto local, nacional y de opinión pública.

El autor es periodista

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